Enrique Bunbury: El hombre delgado que ya no cantará jamás

Este 28 de febrero de 2022, a través de su cuenta de Instagram, el cantante español de origen zaragozano, Enrique Bunbury, anunció su retiro profesional como intérprete. El ex vocalista de los Héroes del Silencio explicó a través de un comunicado lo siguiente:

«Desde hace unos años, llevo arrastrando un malestar que me ha costado mucho localizar y comprender… La realidad es que mi garganta se cierra e irrita, y mis vías respiratorias dificultan el más leve ejercicio y la ejecución de mi trabajo. De manera que lo que normalmente era un placer y un deleite, se ha convertido en fuente de inmenso dolor y sufrimiento. Nada de esto ocurre jamás, si no estoy de gira.
Así, he tomado la decisión, muy meditada y consciente de abandonar mi actividad interpretativa, en los conciertos y tours [sic].»

Con 35 años de carrera a cuestas —10 años como integrante de los Héroes del Silencio y 25 años como solista—, el polémico cantante finaliza un trayecto musical ecléctico y controversial. A causa de esto mismo, me permito revisar en retrospectiva el legado —si es que lo hay— de un músico de la talla de Enrique Bunbury.

Su comienzo y éxito con los Héroes del Silencio

El vocalista Enrique Ortiz de Landázuri Izarduy —quien tomó el apellido Bunbury al momento de su debut como músico— se abrió paso primigeniamente con su banda Héroes del Silencio, conformada de forma inicial por Juan Valdivia (Guitarra), Joaquín Cardiel (Bajo eléctrico) y Pedro Andreu (Batería). Posteriormente la alineación sufriría un cambio al sumarse Alan Boguslavsky (Guitarra).

Su primer trabajo de título homónimo, constaba de tres canciones y una remezcla del tema que abre su EP. «Héroe de Leyenda», «El mar no cesa» y «La lluvia gris» fueron las canciones que bastaron para llamar la atención del público español. Fue así como el grupo empezó a forjarse un nombre dentro de la industria del rock español, no sin antes librarse de algunas polémicas, pues mucho se les recriminaba su sonido relativamente suave para un género como el rock, sin embargo, no pertenecían al pop. Aunado a esto, se sumaban las comparaciones con otras bandas de la vieja oleada del rock.

En palabras del propio Enrique:

«Lo que pasa es que, es de lo que se hacen eco los medios españoles. De que nos llaman los U2, en algunos medios. Además, me parece algo muy lógico que intenten buscar una forma de definir el estilo del grupo, y que hace un año y medio en Europa nos llamaran los U2, o The Cult, o los Led Zeppelin españoles, o muchas cosas nos han llamado. Pues me parece lógico, es una forma de definirnos. Pero actualmente el grupo es bastante conocido como para que nos pongan etiquetas tan poco cercanas al grupo como los U2 españoles [sic].»

El mar no cesa (1988), Senderos de traición (1990), El espíritu del vino (1993) y Avalancha (1995), son el resto de los álbumes que complementaron su fructífera carrera; su separación abrupta con la publicación de su último disco no tenía explicación. Tuvieron que pasar años para que, entre las conciliaciones de egos y diferencias musicales, los cuatro integrantes de los Héroes del Silencio accedieran a cerrar de manera digna su trayectoria con una —lucrativa— gira llamada Tour 2007, que venía acompañada de un disco en directo.

Su caótica e interesante carrera solista

Bunbury deja de forma desprendida al grupo que le dio fama y fortuna para buscar satisfacer sus ambiciones artísticas, que iban más allá de mantenerse eternamente componiendo temas de rock con su agrupación. Su reacción inmediata fue grabar un disco diametralmente opuesto a lo que se le conocía. El álbum llevó por nombre Radical sonora (1997).

Sus viejos seguidores no entendían no sólo su cambio de sonido, sino hasta de imagen. Uñas pintadas de negro, cabello corto, una bufanda de plumas y lentes oscuros eran parte de su nueva propuesta, acompañada de un disco de electrónica con influencias árabes.

La respuesta negativa de su público ante su nuevo trabajo fue tajante, y en las primeras presentaciones del ibérico, se escuchaban a sus seguidores corear entre canción y canción: «¡Héroes! ¡Héroes! ¡Héroes!». La molestia y la decepción del músico no se hizo esperar. El cantante llegó a considerar su retiro. Sin embargo, decidió lanzar un álbum más y si este no triunfaba, se marchaba de la escena musical. En su momento, sólo otra nación fue capaz de adoptarlo y recibirlo abiertamente sin prejuicio del material musical que presentaba: México.

Más tarde, al lanzar Pequeño (1999), su carrera vive un segundo aire y el éxito se puede palpar de nuevo. El álbum es bien recibido en Latinoamérica y también le ayuda a recatapultar su nombre en su natal España. Temas como «Infinito», «El extranjero», «El viento a favor», «Dudar, ¿quizás?», «De mayor» o «Contradictorio», triunfan por el sonido de cabaret y ranchero que ostentan.

Para 2002, cuatro años después de la rotunda victoria de Pequeño, Bunbury regresa con Flamingos. Tal vez, el material más íntimo de su carrera, en parte a que es reflejo de su vida personal; porque fue en ese época que su matrimonio con la periodista Nona Rubio llegó a su fin. Esto supuso un golpe para el cantante. Tan es así que la portada de aquel disco es una metáfora de su vida. Por ello, Enrique se enfunda en los pantalones cortos deportivos y se coloca los guantes de boxeador. Y ahí en las sombras, vemos su cuerpo y rostros cansados, como pidiendo tregua.

Después de Flamingos todo fue cuesta arriba. A este álbum le siguieron El viaje a ninguna parte (2004) —un álbum que recorre la música de América Latina—, Freak Show (2005) —material en directo con un estilo circense—, El tiempo de las cerezas (2006) —trabajo folk rock en colaboración con el genial cantautor Nacho Vegas—, Hellville de Luxe (2008) —«Guitarrero y de rock and roll», según el propio cantante—, Las consecuencias (2010) —un disco íntimo y contemplativo—, Licenciado cantinas (2011) —LP de versiones de canciones populares latinoamericanas—, Palosanto (2013) —un renovado conjunto de temas con un sonido más alternativo y contemporáneo—.

Enrique Bunbury: El hombre delgado que ya no cantará jamás

Todo lo que sube tiene que bajar

En adelante de Palosanto, la articulación musical del español fue a menos y en los últimos 8 años de su carrera, sus producciones posteriores se apagaron —incluso los álbumes en vivo—. Expectativas (2017), Posible (2020), Curso de levitación intensivo (2020) y El puerto E.P. (2021), bien anuncian el declive y el cierre de una carrera singular y variopinta. De hecho, cada uno de estos últimos trabajos tienen un estilo similar que se estanca entre sí y no cambia. Como prueba, bien pueden reproducirse aleatoriamente cada una de las canciones de estos discos y no se notará diferencia alguna.

«Adiós, compañeros, adiós»

Enrique Bunbury deja atrás una vasta carrera digna de un análisis profundo. Contradictorio, vanguardista, polémico, poético, pretensioso, icónico, prolífico, reflexivo, arrogante, excéntrico, ingenioso, histriónico y egocéntrico son algunos de los varios adjetivos con los que pudiera calificarse al cantante español.

Como compositor, para unos es un fuera de serie cuyas letras han permeado ya, en el gusto de millones de personas. Para otros, un músico codicioso y charlatán —el Arjona del rock— que llevó al ostracismo su obsesión por quedar en la inmortalidad lírica y popular —esto último queda evidenciado en el libro «El método Bunbury» de Fernando del Val—. Por otro lado, musicalmente hablando nos encontramos con un sujeto que se ve así mismo y se proyecta como un trotamundos sonoro: rock, pop, balada, electrónica, ranchera, folk, blues, jazz y cabaret, son sólo la superficie de muchos de los géneros que el zaragozano intentó explorar. Si algo debe aplaudírsele al ex Héroe del Silencio es su negativa a encasillarse en una zona permisiva que lo dejara asentarse en la comodidad de un sólo estilo. Al contrario de él, como prueba están muchos artistas, no sólo de la lengua española, sino del mundo anglosajón. Renovarse o morir —para poder subsistir—, es lo que reza aquel viejo dicho popular.

Punto aparte se merece su dinamismo escénico. Ese que fue desarrollado al principio de sus años mozos como frontman en Héroes del Silencio, sin dejar de lado conjuntamente su potencia de voz con un registro vocal grande, o por lo menos con mucho cuerpo. Aunque este mismo se fue desvaneciendo al final de su carrera por lo demandante y físico que es cantar de ese modo. No obstante, su descenso interpretativo estuvo muy bien controlado por el propio Bunbury, porque no llega a notarse demasiado —por lo menos en sus álbumes de estudio—.

Finalmente, para cerrar este artículo, enlistaré las que me parece son sus 10 mejores canciones, pero sin caer en los lugares comunes o en los hits.

  1. «Dudar, ¿quizás?» – Pequeño (1999)
  2. «El tiempo de las cerezas» – El tiempo de las cerezas (2006)
  3. «Palo de Mayo» – El viaje a ninguna parte (2004)
  4. «Contradictorio» – Pequeño (1999)
  5. «Contar contigo» – Flamingos (2002)
  6. «No me llames cariño» – El viaje a ninguna parte (2004)
  7. «Voy a perder la cabeza por tu amor» – Singles (1999)
  8. «La herida secreta» – Hellville de Luxe (2008)
  9. «Bellísima» – Una cita en Flamingos (2003)
  10. «Han caído los dos» – Singles (1999)
  11. «Miento cuando digo que lo siento» – Palosanto (2013)

Escrito por

Gerardo Senna

Crítico de cine. Egresado de la Licenciatura en Comunicación por parte de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Fundador del portal digital «Ensayo Cinematográfico». Adicionalmente, escribe para el sitio web, «Fotogenia».

En el mundo del cine, dentro de las entrevistas que ha realizado, destacan las hechas a Fernando Frías de la Parra, director de cine mexicano (autor de «Ya no estoy aquí», 2019), Sergio Huidobro, periodista y jurado de France 4 Revelation de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes en 2014, y a Alonso Díaz de la Vega, primer crítico cinematográfico mexicano seleccionado por Berlinale Talents. Cofundador de Butaca Ancha.

Twitter: @gerardosenna