«La muerte hace ángeles de todos nosotros y nos da alas donde antes teníamos sólo hombros… suaves como garras de cuervo».
-Jim Morrison
Ningún mito del rock ha tenido el carisma, la inteligencia y la popularidad de Jim Morrison, «El rey lagarto». El cantante de The Doors fue el último ícono musical de los sesenta caído en desgracia, y (posiblemente) el más relevante de entre Brian Jones (The Rolling Stones), Jimi Hendrix (The Jimi Hendrix Experience) y Janis Joplin.
Han pasado ya cerca de 50 años hasta el día de hoy, desde que el 3 de julio de 1971, en París, Francia, se encontrara sin vida, el cuerpo de quien fuera el líder de una de las bandas de rock psicodélico más importantes de los sesenta. James Douglas Morrison, murió en circunstancias desconocidas. Y con el raudo paso del tiempo, es que poco a poco se ha empezado a esclarecer el porqué de su tan temprana muerte.
Las causas del deceso de «El poeta del caos»
Desde siempre se supo que Morrison tenía un serio problema de adicción con el alcohol y las drogas. Marihuana, LSD, achís y peyote, son algunos de los psicotrópicos de asiduo consumo por los que el también cineasta tenía predilección. Se ha mencionado constantemente, que el vocalista falleció a causa de una sobredosis de heroína, la cual se inyectó mientras se encontraba en un club francés llamado Rock and Roll Circus. Ahí, en los baños de tal lugar, es que supuestamente, Morrison se suministraría una dosis tan mortalmente peligrosa como para hacerlo desvanecerse y sufrir un ataque cardiaco. De acuerdo con el libro The End, escrito y publicado en 2007 por Sam Bernett (un periodista que asegura haber presenciado todo), «Jim estaba allí, con la cabeza entre las rodillas, los brazos colgando. Su cara estaba gris, sus ojos cerrados. Por su nariz salía sangre y tenía una baba blanquecina como la espuma alrededor de su boca abierta».
Pese a que hay supuestos testigos que insisten en que todo fue así, existe quien se atreve a descartar esta versión, pues el oriundo de Melbourne, Florida, tenía una gran fobia a las agujas. Si bien su compañera sentimental, Pamela Courson, era una gran heroinómana, Morrison era quien se encargaba de alejarla a toda costa del opiáceo intravenoso.
Otra de las versiones apunta a que Morrison murió en su departamento de París. Después de haber salido previamente de fiesta en el mismo Rock and Roll Circus. Una vez en su domicilio, el cantante de The Doors se empezó a sentir mal y con severos ataques de tos, gran cantidad sangre salía de su boca. Pamela Courson, se dispuso a llamar a un médico, pero Jim insistió en que no era necesario, y que estaría bien después de tomar un baño caliente. La novia del músico se fue a la cama y dejó a su pareja en la tina. Entonces, un rato después, al no escuchar ruido por parte del poeta, la chica llamó a la puerta del sanitario y dijo: «¿Sígues ahí?». Para su sorpresa, «el rey lagarto» estaba inerte, con los ojos cerrados, con una sonrisa en la boca y sin signos vitales. Con un precario francés, Pamela llamó lo más rápido que pudo a una ambulancia. Sin embargo, a la llegada de los paramédicos, el cuerpo de la estrella de rock había sucumbido ante los excesos.
A posteriori, especialistas en medicina forense dicen que el fallecimiento de Douglas Morrison era de esperarse, pues su gran ingesta de alcohol, drogas e inclusive su apetito voraz, llevaron al límite a un cuerpo que no podía soportar más. Al momento de su muerte, Jim, se encontraba visiblemente hinchado y con un alto índice de grasa corporal. Lo que provocaría que sus pulmones y demás órganos estuvieran inflamados. Sin mencionar la compresión de los mismos, dentro de su propia caja torácica. Esto provocaría que lo ataques de tos acompañados de sangre, fueran una constante. Por otra parte, se le debe de agregar que, sufría de contusiones por las múltiples caídas que tuvo en los escenarios. Producto de llevar su teatralidad y su trance como «chamán del rock» a horizontes cada vez más altos y exagerados; Morrison jamás trato sus hematomas médicamente.
Las consecuencias de todo lo anteriormente mencionado son ya conocidas por todo el mundo, y fueron lo que hizo que «el rey lagarto» se sumara al maldito «club de los 27». Con la publicación a cuestas de ocho álbumes. Seis de estudio (The Doors, 1967, Strange Days, 1967, Waiting for the Sun, 1968, The Soft Parade, 1969, Morrison Hotel, 1970 y L.A. Woman, 1971), uno en vivo (Absolutely Live, 1970) y otro post mortem (An American Prayer, 1978).
Al fallecer, «Mr. Mojo Risin» se levantó, no de entre los muertos. Sino de entre todos los músicos vivos de su generación, y se alzó para subir a los cielos y formar parte del olimpo del rock. Su palabra, escrita en prosa a manera de poesía y convertida en rock, ha sido llevada a muchas generaciones de la mano de sus tres apóstoles: Manzarek, Krieger y Densmore. Con su deceso, Jim Morrison se volvió un mártir del rock y un tipo de Jesucristo moderno del siglo XX.