Il Deserto Rosso (1964), de Michelangelo Antonioni, es la experiencia cinematográfica más completa del director italiano que marcó una época con su filmografía. Las interpretaciones de Monica Vitti y Richard Harris complementan la obra con un rigor actoral excelso cargado de melancolía.
Michelangelo Antonioni tiene todas las credenciales del «Neorrealismo italiano», corriente cinematográfica que se encargó de retratar la realidad de las personas después de la Segunda Guerra Mundial. Il Deserto Rosso forma parte fundamental de esta corriente, al tratarse de una película sobre el sufrimiento y la vida real.
El propósito de la cinta corre a cargo de las secuelas psicológicas de Giuliana después de sufrir un accidente automovilístico, sin embargo, los alicientes que rodean a la protagonista no ayudan para nada a su proceso de sanación. A partir de este argumento Antonioni imparte una cátedra de guion, junto a Tonino Guerra, para enredar a Giulina de objetos que perturban su salud, como la niebla, el mar y su familia. La puesta en escena de todos los objetos conviviendo en un entorno pequeño, invaden el cuerpo de la protagonista hasta un punto sin retorno.
Antonioni expresa las emociones más íntimas rodeadas de provocación. La seducción por medio de los ojos de Monica Vitti es un punto de partida para cautivar al espectador del mismo modo que en trabajos anteriores de esta mancuerna, como en L’eclisse (1963), La notte (1962) y L’Avventura (1963). Por eso la actriz romana es parte fundamental de la historia del cine italiano.
El manejo de los deseos rebasa la cima de la montaña cuando llegamos al cuarto rojo, lugar que nos impregna de erotismo al mirarlo por primera vez. Al mismo tiempo, los estimulantes, en especial los huevos, capturan la experimentación con drogas alucinógenas, como el LSD y la mescalina, que nos invitan a la autoexploración de nuestra vida, en palabras de Aldous Huxley.
El mar es otra pieza clave de Il Deserto Rosso, por un lado, tenemos el síntoma imperativo que provoca el agua inconscientemente a todo ser humano, el significado de humedad en las alucinaciones de Giuliana son un ejemplo claro y, por otro lado, la realidad de todos los personajes que rodean a la protagonista para utilizar el escenario que los rodea como un aliciente sexual entre todas las partes.
Los efectos de sonido repercuten en los acontecimientos principales de cada escena porque están estructurados de una manera gradual. Los pitidos del barco cortan las escenas en el punto crucial de cada una, mientras que las alucinaciones en la cabeza de Giuliana están representadas por sonidos graves que impregnan a la actriz de un sentimiento de zozobra infernal. La interpretación de cada efecto está a cargo del diseñador de sonido, Claudio Maielli.
La niebla como agente de miedo para despertar las pesadillas de cada integrante, es un personaje más dentro de la trama. El miedo a lo desconocido y, más aún, a no ver el horizonte, despierta el sentido de alerta de todos los espectadores. La pesadumbre invade todo el cuerpo en forma de niebla hasta llegar al rojo vivo de la carne, por lo que la sensación de pavor empeora en cada minuto del metraje.
Odiseo, en la mitología griega, estuvo expuesto al canto de las sirenas en su interminable regreso a Ítaca. Análogamente, Giuliana experimentó alucinaciones parecidas al canto de una sirena que anuncia el peligro disfrazado de los deseos más profundos del ser humano. Sin embargo, Antonioni juega con la historia al presentar los cantos al principio de la cinta anunciando una odisea para Giuliana. La contraposición que maneja el director al mezclar el «Neorrealismo italiano» con la fantasía repercute directamente en el guion.
El distanciamiento y la alienación entre los personajes de Antonioni tienden a ser un sello característico de su filmografía, como en La notte (1963), Il grido (1957) y La signora senza camelie (1953). Las tres películas junto a Il Deserto Rosso tienen como protagonistas a personas cansadas de las relaciones sentimentales, familiares, espirituales y, sobre todo, de la vida misma.
Al final, Giuliana con palabras desgarradoras dice: «yo no estoy curada, no me curaré nunca». Acto seguido, las exclamaciones saltan por los aires al escuchar tremendas aseveraciones sobre el futuro de una mujer, una persona enferma, un ser destinado al sufrimiento eterno.
Sin duda, Il Deserto Rosso es la obra cumbre de Michelangelo Antonioni. La madurez del director impregna toda la película, misma que está llena de sus deseos y cualidades que caracterizaron a toda su filmografía. No hay plan maestro, no hay final feliz, solo las decisiones de cada personaje que repercuten en la trama de la cinta para empapar de realidad y fantasía a una obra maestra del séptimo arte.