«The French Dispatch», o la inexistente carta de amor al periodismo

La forma más mediocre de hacer crítica de cine —o de cualquier cosa—, consiste en alegar injustificadamente: es una carta de amor a… [inserte aquí el tema a abordar en cuestión]. Cuando The French Dispatch se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Cannes en su 74° edición, muchos comentarios se podían leer de forma repetitiva indicando que el filme era una especie de misiva referente al periodismo.

En la última película de Wes Anderson, el eje central sí descansa sobre temas concernientes a la prensa, pero hay otros tópicos que el cineasta texano aborda por el gusto de hacer su filme más hondo y complejo, precisamente, con la intención de que su trabajo se aleje de la descripción tan ramplona y sencilla de la «carta de amor». Inclusive, por momentos existen instantes discursivos en los que hay más crítica que benevolencia hacia el periodismo.

Una redacción francesa un tanto «británica»

El cine de Wes Anderson, como el de cualquier director del mundo, no es netamente original, sino es el cúmulo de un montón de influencias que se han sumado a lo largo del tiempo. En The French Dispatch encontramos reminiscencias a diversos autores u obras de las que el realizador se confiesa admirador, no sólo en montaje de producción, movimientos de cámara y ritmo argumental y narrativo, sino hasta en la banda sonora que edulcora la película.

Algo que llama la atención a primera vista, es el póster de la cinta, pues para la presentación de los casi 50 personajes que aparecen en pantalla, el también autor de Isle of Dogs (2018) hace un «collage» inspirado en uno de los álbumes pop más importantes del siglo XX, el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967), de The Beatles.

«The French Dispatch», o la inexistente carta de amor al periodismo
Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967) / The French Dispatch (2021) (Cortesía: Apple Records e Indian Paintbrush, American Empirical Pictures y Searchlight Pictures).
La crítica de Anderson hacia el periodismo

Fiel a sí mismo, tan cómico como mordaz, el director de este largometraje no repara en reírse abiertamente de las áreas de redacción de diarios, gacetas, revistas y cualquier tipo de publicación impresa que se considere seria o de prestigio. Prueba de ello, son los comentarios en lo que se identifican los tipos de columnistas que deambulan en los rotativos. Todos, son seres rígidos, pomposos y petulantes. Cuyo valor reside en medir su «intelectualidad» por el número de palabras que son capaces de escribir, su nivel sintáctico-gramatical a la hora de redactar, o la capacidad de análisis de los acontecimientos económicos, políticos y sociales, desde la perspectiva ideológica que tengan —o incluso promuevan—. Sin dejar de lado la «neutralidad periodística».

Estos sujetos bien podrían encontrarse en Le Monde (Francia), La Repubblica (Italia), The New York Times (Estados Unidos), The Independent (Reino Unido), Süddeustche Zeitung (Alemania) o El País (España), sólo por mencionar algunos de los diarios más grandes a nivel mundial.

Anderson, en definitiva, tiene claro cómo se hace el periodismo, y no sólo el de la vieja escuela, sino también el «nuevo periodismo». Como breve paréntesis, para quien no esté familiarizado con el término, ha de especificarse que, se le llama así, a un estilo que durante los años sesenta forjó el reportero estadounidense, Tom Wolfe. Esta forma de escritura informativa se caracterizaba por tomar la vieja figura de la crónica, para elevarla al nivel de literatura. 

Para llegar a ese punto, era (o es) necesario revestir lo que se escribe con un sinfín de detalles respecto a los hechos, y además cargar todo con numerosos calificativos que permitan asimilar lo informado, como si lo leído se estuviese viviendo en ese instante mismo, para entretejer los elementos con una prosa pulida y grandilocuente, digna de cualquier obra literaria. De hecho, a razón de esto, en el largometraje destacan los momentos en los que tanto el editor en jefe y un columnista se niegan a recortar los textos a publicar. Símbolo evidente e innegable del narcisismo que tienen los que se dedican a escribir, pues elevan lo que comunican a un tipo de arte.

«The French Dispatch», o la inexistente carta de amor al periodismo
The French Dispatch (2021) (Cortesia: PORTAVOZ).
El fraude del arte contemporáneo

La primera historia de la película es quizá la más divertida de todas. Puede decirse que es un ensayo libre y a veces hasta académico que recrimina el poder de la prensa. ¿Cómo es posible que los medios de comunicación aún sigan siendo capaces de crear personajes aparentemente ilustres?, como en el ficticio caso de Moses Rosenthaler (Benicio del Toro), quien es una especie de Van Gogh contemporáneo —sin talento— obsesionado con una mujer llamada Simone (Léa Seydoux).

Debe decirse que el foco de este relato en realidad no está centrado en la manipulación mediática. Por el contrario, se hace énfasis en un comentario que bien pudiera haber hecho la mismísima Avelina Lésper, la crítica de arte mexicana que ha denunciado socialmente en numerosas ocasiones la estafa del arte contemporáneo diciendo:

«Cuando yo hablo de arte contemporáneo, me refiero concretamente a este estilo artístico que se ha apropiado además del término contemporáneo de una manera injusta. Y que utiliza, como ellos dicen, los medios de nuestra actualidad. Es el que llamo yo ‘Arte VIP’: video, instalación, performance.
Entonces, eso yo lo llamo un fraude, porque es un estilo artístico que está sostenido en un gran entramado teórico y dialéctico. Y además, que es artificial para sostener un objeto sin cualidades estéticas; sin cualidades que nos remiten a un trabajo realizado con talento, con conocimiento, con dedicación, con cuidado, y que nos remitan a el como un objeto artístico [sic]».

Mayo del 68, la Guerra Fría y Godard

Este segmento de la cinta es por demás obvio y las referencias son evidentes. Una vez más el realizador norteamericano parodia la realidad, haciendo alusión a las revueltas estudiantiles que se suscitaron en aquel «mayo francés» en el que cientos de miles de jóvenes se manifestaban en contra del autoritarismo, el consumismo, los abusos laborales hacia la clase obrera, el capitalismo salvaje y las restricciones morales de la época. Aunque por supuesto, aderezado con un toque de ficción que se une con otro hecho histórico: El Campeonato Mundial de Ajedrez de 1972.

En la final de este torneo, contendían Borís Spasski (el campeón defensor de la entonces URSS) y Bobby Fischer (el retador al título por parte de los Estados Unidos). La relevancia de algo tan elemental como una partida de ajedrez se tornó crucial por la «Guerra Fría», capitalismo vs. comunismo. Que dicho sea de paso se había iniciado antes, pero explotó con «la carrera espacial» en 1955.

«The French Dispatch», o la inexistente carta de amor al periodismo
The French Dispatch (2021) / Borís Spasski (izquierda) y Bobby Fischer (derecha) disputando el Campeonato Mundial de Ajedrez de 1972.

¿Cómo retratar algo tan simbólico y revolucionario como el «mayo francés»? Indudablemente a través de la recreación de la mirada del director más importante que ha dado no sólo Francia sino el mundo: Jean-Luc Godard. Tan es así, que hay escenas entre Zeffirelli (Timothée Chalamet) y Juliette (Lyna Khoudri) que se sienten tan tirantes como conciliadoras, como en Masculin féminin: 15 faits précis (1966), en donde los protagonistas se ven constantemente separados por sus personalidades y la naturaleza de sus sexos, pero a su vez, son aquellas diferencias las que los unen.

Una cosa muy curiosa es que, en cierto punto de esta segunda historia, resuena el mismo tema musical que aparece en la anteriormente citada obra de Godard: «Tu M’as Trop Menti», de Chantal Goya. Más clara la semejanza con el hombre que abanderó la Nouvelle Vague, imposible. No es sólo la similitud, sino que al mismo tiempo, la canción es reflejo de su época. Por dicha razón todos los puntos se interconectan de forma idónea.

«The French Dispatch», o la inexistente carta de amor al periodismo
The French Dispatch (2021) / Masculin féminin: 15 faits précis (1966) (Cortesía: Indian Paintbrush, American Empirical Pictures y Searchlight Pictures y Anouchka Films-Argos Films).
El 2D al rescate del final

El último segmento de todos es el más soso. Conforme la película va avanzando su ritmo va cayendo. En compensación a tal situación, el animador Gwenn Germain intenta levantar el cierre con un trabajo animado a dos dimensiones, que en un futuro, resultará más llamativo para el espectador por el salto que hemos dado hace un tiempo a las secuencias hiperrealistas por computadora. Pero en definitiva el tercer acto es el más flojo y no hay algo que se le pueda rescatar.

¿Es realmente The French Dispatch una «carta de amor»?

Definitivamente está algo lejos de serlo. Todo el tópico gira en torno al periodismo, claro, pero el director norteamericano señala, crítica, y además hace gala, y deja en claro, cuál ha sido su escuela a la hora de hacer cine: Robert Bresson, François Truffaut, Jean-Luc Godard y Federico Fellini son algunos de los nombres que grita Anderson en este filme. La mayoría de ellos de la escuela francesa.

Las intenciones del realizador —según parece— no son el hablar meramente de temas concernientes a la prensa, sino al amor, la revolución, la manipulación, la muerte de las viejas formas y los cambios que estamos viviendo en todos los circuitos políticos y sociales. ¿Cuántos periodistas salen a las calles a hacer su labor con las anticuadas cámaras de rollo? ¡Ninguno! Todos realizan transmisiones en vivo para informar, ¿Siguen existiendo los «artistas malditos» torturados por el desamor y las precariedades económicas? ¡Seguro que no! Ahora son millonarios y tienen un «management group» que los sobreprotege ¿verdad Banksy?, ¿Se siguen ensalzando piezas de basura como «obras de arte»? ¡Claro!, ¿Cómo estallan las revoluciones sociales y culturales hoy? A través de un tweet o un post que dice: El usuario «N» asistirá.

En fin, los retratos de cada una de las historias son un pretexto para regalarnos una película de tonos eclécticos. The French Dispatch no es ni de lejos lo mejor del director. No es arriesgada, ni propositiva, porque típicamente reúne todos los elementos característicos del cineasta estadounidense que siempre se ha sentido europeo. Pero, por otro lado, nos regala un largometraje cuyos temas son ajenos a toda su filmografía y que difícilmente volveremos a ver.

Escrito por

Gerardo Senna

Crítico de cine. Egresado de la Licenciatura en Comunicación por parte de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Fundador del portal digital «Ensayo Cinematográfico». Adicionalmente, escribe para el sitio web, «Fotogenia».

En el mundo del cine, dentro de las entrevistas que ha realizado, destacan las hechas a Fernando Frías de la Parra, director de cine mexicano (autor de «Ya no estoy aquí», 2019), Sergio Huidobro, periodista y jurado de France 4 Revelation de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes en 2014, y a Alonso Díaz de la Vega, primer crítico cinematográfico mexicano seleccionado por Berlinale Talents. Cofundador de Butaca Ancha.

Twitter: @gerardosenna