«Parasite» - Bong Joon-ho La basura del capitalismo

Parasite, el séptimo largometraje de Bong Joon-ho, es una cruda y entretenida crítica al sistema capitalista y a la desigualdad socioeconómica que mantiene al mundo fragmentado.

A menudo, mientras caminamos por las ajetreadas calles de la ciudad para llegar a tiempo a trabajar o para descansar en nuestro hogar, nos resulta increíblemente incómodo bajar la mirada y observar la superficie del suelo sobre la que estamos parados. Tal vez sea una forma de autoprotección, porque en el fondo sabemos que, al echar un vistazo, descubriríamos la suciedad y la enorme cantidad de “parásitos” que hay debajo. 

Por otro lado, también nos perturba demasiado girar la cabeza hacia arriba y contemplar con detenimiento la inmensidad y la belleza superflua del cielo, pues además de ser intimidante, quedaríamos perplejos con la basura y el brutal número de “parásitos” que habitan ocultos cómodamente (a veces no tan ocultos) arriba de ese cielo azul adornado con nubes blancas y prístinas que tanto nos hipnotizan.

Es por eso que con frecuencia y conscientes o inconscientes, preferimos no prestar atención a estas incómodas realidades y continuamos navegando por la vida total o parcialmente cegados. Sin embargo, cuando llega una película como Parasite, dirigida por el coreano, Bong Joon-ho, la venda que cubre nuestros ojos cae abruptamente, y aquella brecha intangible que existe entre el cielo y el subsuelo, entre los acaudalados y los olvidados, se ve evidenciada y trastornada para siempre.

El fenómeno en el que se ha convertido Parasite es inigualable y, al mismo tiempo, un fiel reflejo de su calidad: en su país natal, Corea del Sur, cosechó 70 millones de dólares en taquilla, también ganó la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes, consiguió el Globo de Oro en la categoría de Mejor Película de No Habla Inglesa y se llevó cuatro premios Oscars, entre ellos el de Mejor Película y Mejor Director. Pero no son los premios ni la cantidad de dinero que ha recaudado en las taquillas alrededor del mundo lo que hace que Parasite esté en boca de todos y encabece las listas de las mejores películas del 2019. 

La verdadera grandeza de la cinta radica, primordialmente, en la gravedad de su argumento y de su tema central: la desigualdad socioeconómica y todas sus consecuencias. Un tema que Bong Joon-ho ha abordado constantemente en toda su filmografía, desde la atractiva Snowpiercer (2013) protagonizada por Chris Evans, hasta la controversial Okja (2017), que desató una lucha encarnizada y sin fin entre Netflix y Cannes.

No obstante, la principal diferencia con sus obras pasadas se encuentra en la manera en la que el director aborda la problemática. En Parasite, la desigualdad no se expresa o se verbaliza, pero sí se refleja en el plano visual; desde la primera secuencia, vemos una calle rodeada de basura a través de una ventana vieja y oxidada y, conforme baja la cámara, nos adentramos a un viejo sótano carcomido, húmedo y sin luz, hogar de la familia Kim, compuesta por padre, madre y sus dos hijos jóvenes, quienes a pesar de su gran inteligencia, se encuentran desempleados y sumidos en la miseria. Así, en apenas cinco minutos y en unos cuantos diálogos, nos queda claro que estamos en el suelo, literal y metafóricamente hablando.

«Parasite» - Bong Joon-ho La basura del capitalismo

Pronto, la vida de los Kim cambiará de rumbo, pues uno de sus hijos, Ki-woo (Choi Woo-shik), se convierte en profesor de inglés de Park Da-hye (Jeong Ji-so), una joven adolescente cuya familia, los Park, integrada por el padre, la madre y su hermano con “dotes” de artista, es multimillonaria. Para aparentar estar a la “altura” de los Park, Ki-woo tiene que «subir» por las calles de Corea y falsificar con la ayuda de su hermana, Kim Ki-jeong (Park So-dam), su título universitario, pues aunque tiene los conocimientos necesarios no cuenta con los recursos económicos para ingresar a la universidad.

Para presentarnos a la familia Park la puesta en escena cambia drásticamente. Esta vez, la cámara sube paulatinamente y con un plano contrapicado vemos el interior de su majestuosa y elegante casa; adaptada con puertas eléctricas; un amplio y hermoso jardín; ventanales enormes; cochera; cocina; recámaras; y un baño más grande que el propio sótano donde viven los Kim. De esta forma, nos alejamos del suelo y entramos al cielo, nuevamente literal y metafóricamente hablando, rodeados de lujos y extravagancias de todo tipo.

Por supuesto, Ki-woo queda fascinado con la riqueza y la opulencia de los Park y, a la par, ve la oportunidad perfecta para que el resto de su familia consiga trabajo. Para ello, los Kim pondrán en marcha un plan maestro (y poco ético) para deshacerse poco a poco de todos los empleados de la casa y ganarse la confianza de los Park. Así, dos mundos totalmente distintos chocan y coexisten por un momento, sin embargo, la desigualdad socioeconómica se hace presente de una forma totalmente inesperada y, esta misma, se encarga de que ambas familias se rechacen con ímpetu y violencia. 

«Parasite» - Bong Joon-ho La basura del capitalismo
(Foto: Infobae)

Es aquí cuando se hace presente la segunda virtud de Parasite y es que el director, Bong Joon-ho, no tiene ningún inconveniente a la hora de transformar el tono y el ritmo de la película, pasando por una cantidad enorme de géneros cinematográficos que la vuelven entretenida, salvaje e incómodamente atractiva; en su primer acto, el filme tiene tintes de humor negro, farsa, sátira social y drama familiar; en su segundo acto, todo cambia tajantemente y entramos en una vorágine oscura cargada de un suspenso desenfrenado e impredecible, digno del mejor Alfred Hitchcock, que nos mantiene nerviosos y al filo del asiento en todo momento; y en su tercer acto, la historia concluye con un horror violento y sanguinario que, por desgracia, no se encuentra muy alejado de la realidad.

Precisamente, es este cóctel cinematográfico lo que hace que Parasite terminé por entretener y divertir al público, pero es gracias a la importancia y a la globalidad de su premisa que millones de personas se sienten identificadas con cada uno de los protagonistas, a pesar de Bong Joon-ho nunca victimiza la situación de la familia Kim y tampoco sataniza a la familia Park; simplemente los muestra como “parásitos” del sistema capitalista dispuestos a internarse en un huésped y sacarle todo el jugo posible, sin importar las fatídicas consecuencias para ambos lados.

En esta relación parasitaria, siempre son los pobres los que resultan más afectados; se convierten en los olvidados (como diría Luis Buñuel), los oprimidos, los apestados, los humillados y los tontos soñadores, todo al mismo tiempo. Y no son simples conjeturas, tan solo en México, cerca del 42% de la población aún vive en situación de pobreza y el 7.4% en situación de pobreza extrema, según cifras del CONEVAL.

Quizá, el discurso de Bong Joon-ho esté envuelto de momentos divertidos, cómicos y desvergonzados, sin embargo, el clasicismo, la desigualdad social y la pobreza no lo son en absoluto. A pesar de esto, cuando un pobre se atreve a “cruzar la línea”, tal y como sucede en Parasite, es el mismo sistema quien se encarga de “reestablecer el orden” y regresarlo al suelo o sepultarlo lo más abajo posible. Ahí, donde su voz no se escuche, sus carencias no incomoden y su cuerpo sea olvidado.

Escrito por

Luis Felipe Maceda

Periodista. Escribo sobre cine y música.
Cofundador de Clímax MX.

Twitter: @luisfmaceda
Instagram: @luisfelipemaceda