Alphaville: El tratado filosófico y político de Godard
*El siguiente artículo fue publicado previamente el 5 de mayo de 2020 en el portal de cine «Ensayo Cinematográfico».

Han transcurrido 55 años desde que se publicó uno de los mayores hitos cinematográficos de la historia del cine francés y del cine mundial. Fue durante el mes de mayo de 1965, que un joven director de origen franco-suizo llamado Jean-Luc Godard, estrenó la que para muchos es su obra más representativa, Alphaville, une étrange aventure de Lemmy Caution.

Godard, quien desde los inicios de su carrera con su primer largometraje, À bout de soufflé (1960), cimentara las bases de lo que se conocería como «la nouvelle vague», —en clara alusión a la nueva forma esteta de rodar en la industria cinematográfica—, decidió tirar de sí mismo y llevar a un nuevo puerto su estilo, elaborando una obra saturada de reflexiones e interrogantes que se plasmaban vigorosamente en la pantalla a través de imágenes concebidas desde un mundo meramente semiótico y constructivista. Fue así que se nació Alphaville.

Esta fantasía distópica, —que según parece nos ha alcanzado—, resultó efectivista por el abordaje que el parisino edificó valiéndose de un nuevo subgénero del cine: la ciencia ficción positivista [1]. Para ello, Godard presta atención al cortometraje La jetée (1962), de su también compatriota Chris Marker (1921-2012). Es en este vídeo fotograma o fotonovela, —como el propio autor la denomina—, que se desarrolla un mundo futurista posterior a la Tercera Guerra Mundial, que visualmente tiene más que ver con las propias construcciones arquitectónicas de la década de los sesenta, que con un hiperrealismo inexistente, —propio de Metropolis (1927), de Fritz Lang—. Factor que termina por conjuntarse con el creciente postmodernismo que explotaría después en la década de los setenta, relacionando así la arquitectura moderna con la constitución de las sociedades de control.

En la gran pantalla, la villa alfa es retratada como un lugar frío, estéril y árido, perfectamente monitoreada por el gobierno totalitario, en el que cualquiera que ose a cuestionar las políticas del régimen, será «perdonado» y sometido a las nuevas ideologías con la posibilidad de reformarse, o será exterminado por el despiadado inquisidor. Si nos remitimos a las imágenes de la cinta, semejantes circunstancias saltan a la luz cuando verbi gratia, (Caution) el agente encubierto bajo el nombre de Ivan Johnson, esquiva cada uno de los cuestionamientos que se le hacen en consideración a su concepción del mundo.

A 55 años de la extraña aventura de Lemmy Caution
Lemmy Caution, interpretado por Eddie Constantine. (Cortesía: Athos Films).

En cuanto al dialogismo que se establece en el filme a través de cada personaje y situación, Alphaville comienza con la omnipresencia de Alpha 60, la voz del Estado, —simbólicamente cargada de una connotación profunda, opresora e intimidatoria—, quien con una máxima de Jorge Luis Borges extraída del ensayo Formas de una leyenda (1952), obertura la cinta y nos dice:

«La realidad puede ser demasiado compleja para la transmisión oral; la leyenda la recrea de una manera que sólo accidentalmente es falsa y que le permite andar por el mundo, de boca en boca.»

Con dicha frase, Jean-Luc Godard nos comunica que, aunque por fantasiosa que parezca su historia, no hay nada que pudiera alejarla de una realidad remota. Entonces, posterior a esto, empezaremos por entrar en cuestionamientos universales que han prevalecido a lo largo de la historia desde la aparición del hombre mismo: ¿Qué es el amor?, ¿Cómo nos oprimen los sistemas socioeconómico-políticos?, ¿Qué tan peligroso es el capitalismo o el comunismo?, ¿Quiénes son las figuras detrás de los poderes fácticos?, ¿Nos estamos deshumanizando conforme avanza la tecnología?

A 55 años de la extraña aventura de Lemmy Caution
(Imagen: Athos Films)

En el andar del filme también hay tiempo para momentos argumentativos, como los que ponen en el foco cuestiones relativas a la temporalidad, la construcción epistemológica del conocimiento, la fijación del ser humano con la religión, la depresión y el suicidio. De hecho, la construcción temática de cada escena no es gratuita y está entretejida de tal manera que el tratado del cineasta se siente como un todo perfectamente estilizado. La grandilocuencia discursiva parece ser un gran laberinto cognitivo.

El impacto que ha tenido el noveno filme de Jean-Luc Godard en la cultura pop del cine es latente hasta nuestros días, y ha servido como un puente invisible que difumina las barreras entre la ficción y la realidad. El futuro, ha devenido tal cual lo presagió el director europeo, y ahora en la actualidad, existen fenómenos que se suscitan no de la forma en que se pintó en el largometraje, pero que se aproximan, como el moldeo y la manipulación de nuestras mentes por lo que vemos, oímos y decimos. De forma angustiosa, esquizofrénica y paranoica, se puede concluir que, el gran hermano —o el hermano mayor— (aquel que emergiera de la pluma de George Orwell), te está vigilando y «quiere ser tu amigo».

A 55 años de la extraña aventura de Lemmy Caution
(Imagen: Athos Films)
[1] Término que sugiero por la corriente filosófica que apareció en siglo XIX propuesta por el pensador Auguste Comte, en la que se rechaza una perspectiva demasiado futurista y se opta por una visión que se apegue más a la contemporaneidad.

Escrito por

Gerardo Senna

Crítico de cine. Egresado de la Licenciatura en Comunicación por parte de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Fundador del portal digital «Ensayo Cinematográfico». Adicionalmente, escribe para el sitio web, «Fotogenia».

En el mundo del cine, dentro de las entrevistas que ha realizado, destacan las hechas a Fernando Frías de la Parra, director de cine mexicano (autor de «Ya no estoy aquí», 2019), Sergio Huidobro, periodista y jurado de France 4 Revelation de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes en 2014, y a Alonso Díaz de la Vega, primer crítico cinematográfico mexicano seleccionado por Berlinale Talents. Cofundador de Butaca Ancha.

Twitter: @gerardosenna