En México todo es del narco. Lo que puedas imaginar, si le añades el adjetivo narco a cualquier cosa seguramente existe en la realidad. Hay música de narco, cine de narcos, literatura de narcos, series de televisión del narco. También existen personas del narco, pueblos del narco, ciudades del narco. Incluso hay periodistas del narco, diputados, senadores, presidentes municipales, gobernadores y hasta presidentes del narco. Ropa de narco, bebidas de narco, camionetas de narco. Pero no sólo lo terrenal está cubierto por el narco. También lo divino: santos y santas del narco; mitología del narco. Todo es narco. Y enterrado debajo de todo eso están las víctimas. Las vidas rotas del narco. Los sueños perdidos. Las muertes. Las masacres, el dolor y la angustia de una vida que millones sufren y sólo unos cuantos gozan. Malverde no ayuda a todos.
Eduardo anda haciendo su película y llega a Sinaloa para grabar a los plebes, término utilizado en el norte para referirse a niños y jóvenes en general, específicamente aquellos miembros del proletariado del narco. Aquellos que no salen en las fotos pero sí en las estadísticas, la primera línea, peones y soldados de un cartel. Ellos se encargan de hacer todo tipo de trabajos (no únicamente violentos) y también son las primeras personas en pelear para defender una plaza. Todo por un sueldo miserable, para nada comparado con las grandes sumas de los jefes, y una expectativa de vida muy corta. A pesar de todo esto, los plebes son miles.
Los plebes es una película que dura una hora con diez minutos. Está grabada con un par de celulares y sigue la vida de algunos jóvenes de Sinaloa. Como bien advierte una voz grabada a escondidas al inicio: «es difícil grabar en Sinaloa y más a miembros del narco. Debes tener permiso, alguien te tiene que respaldar». Por tal motivo todos los rostros, a excepción de uno, aparecen cubiertos o difuminados en colores, no importa si son mayores o niños, fotografías o personas reales, todos están sin rostro. El único rostro que se puede ver es el del plebe central, acaso el protagonista de la película. Un sujeto sobrado de carisma, amante de los perros, la mariguana, las novias y sicario. Todo en ese orden.
Como obra artística la película conmueve y refresca porque la cámara no es morbosa pero sí logra registrar la vida cotidiana de los plebes, y gracias a una inteligente edición logra contar una historia muy interesante que tiene emotividad, crudeza, drama y hasta comedia. Como discurso se aparta de lo banal y común, y denuncia una vida carente por completo del glamour de los corridos, las novelas y las series, y muestra la ansiedad, soledad, miedo y frustración del 90% de los miembros del narco. Mantiene en tensión al espectador y logra retratar perfectamente, sin un solo cadáver y una sola balacera, la violencia y deshumanización de seres humanos que vemos ahora pero que muy probablemente nunca lleguen a viejos.
Los plebes es una película arriesgada pero sencilla. Artísticamente demuestra que para hacer una película sólo necesitas una cámara, las historias están allá afuera. Los directores de la película superan lo que en un principio podrían parecer obstáculos: la dificultad para grabar al narco en Sinaloa y lo convierten en todo una estética: caras borradas y difuminadas que resultan imágenes poderosísimas para el espectador porque universaliza sus historias. Mientras que el requisito de discreción que hace imposible la utilización de grandes cámaras y equipos permite un acercamiento muchísimo más íntimo entre el camarógrafo y los protagonistas, favoreciendo la naturalidad en el registro y la crónica de sus vidas. Incluso la utilización de celulares establece una comunicación más directa con los plebes, jóvenes acostumbrados a vivir y contar sus vidas de esta forma. Desafortunadamente el audio no es el mejor y ese es un gran punto en contra de la película, ya que muchas cosas son difíciles de comprender por la poca claridad.
Los plebes es una película valiosa en cuanto a forma y tema. Es otro testimonio poderoso y necesario para desmitificar el narco: no hay glamour ni gloria, únicamente soledad, cigarros interminables y una vida miserable. Por otra parte, en una tierra donde la crónica es el estilo por excelencia para narrar, Los plebes es una inspiración para tomar tu cámara o tu celular y crear una historia a partir de la realidad.