La mirada femenina

Podríamos pensar que el hecho de que cada película que vemos muestre a una o varias mujeres en papeles protagónicos, coprotagónicos o de soporte (el mayor porcentaje todas guapas y cuidadosamente elegidas por su atractivo sexual), ya sea un claro indicador de que en el cine hay paridad de géneros. Sin embargo, no es el cuánto sino el cómo. Y por esto no es raro que a muchos nos cueste identificar la inequidad de género en la industria cinematográfica pensando que muchas de las caras más visibles del cine nacional son mujeres: María Félix, Dolores del Río, Silvia Pinal, Salma Hayek e incluso hoy en día, Ana de la Reguera, Karla Souza o Martha Higareda son referencia absoluta cuando alguien habla de eso llamado cine mexicano. Pero no es tan sencillo.

La mirada femenina pone el dedo sobre la llaga de algo que no es tan difícil de identificar si pensamos un poquito más a fondo: el mundo que vemos, vivimos y consumimos es heterosexual y está construido a partir de la mirada masculina. No hay que ser una experta o experto en estudios de género o semiótica para identificar de qué se trata la mirada masculina: la rubia voluptuosa diminutamente vestida en un anuncio de cerveza que derrama su contenido sobre su cuerpo ya sudoroso; las escenas injustificadas de los senos de Martha Higareda para, literalmente, jalar más. Por supuesto que soy consumidor, reproductor y fanático de esta mirada: cómo olvidar la espalda de Catherine Deneuve, o los desnudos de Sofía Loren; las increíbles escenas sexuales de Mónica Bellucci o el mítico cruce de piernas de Sharon Stone en Basic Instinct. Todos momentos icónicos del cine. Todos y cada uno de estos momentos, entre mil más, son la marca de la película, el poster que tenemos en nuestra mente. El retrato de una cámara hambrienta por piel femenina. Todo lo que forma el imaginario colectivo de todos nosotros. Nosotros: hombres. El cine para el hombre.

Sharon Stone en Basic Instinct.

La teórica fílmica Laura Mulvey[1] acuñó el término de The Male Gaze (la mirada masculina) en 1975 para referirse a la objetivación (cosificación) de las mujeres en el cine occidental, misma que no sólo implica el aspecto sexual (ejemplo más visible) sino todos los guiones que mantienen el discurso y personajes femeninos como caracteres que tienen el único objetivo de servir en la trama (diégesis à realidad), satisfacer los intereses del protagonista masculino y de la historia; es decir, las mujeres como facilitadores, sujetos donantes, cuando mucho. Como reacción a esta mirada es que existe un discurso/tipos de películas (porque no podemos hablar de un movimiento definido) donde las mujeres son las que toman la cámara y a través de su lente muestran su mundo al público. La mirada femenina ha existido prácticamente desde la aparición del cine mismo con ejemplos como el Avant Garde feminista, el Tercer Cine e incluso en melodramas de Hollywood hechos por gente como Hitchcock. La mirada femenina no funciona de la misma forma que la mirada masculina.

La mirada femenina no se concentra en mostrar los pectorales firmes de un hombre, poses sugestivas masculinas o destacar los bultos de los penes o alguna característica sexual en escenas ilógicas. La mirada femenina es mucho más compleja y menos burda: no utiliza la bandera del sexo o enfoca el deseo de lo que pudieran querer ver las mujeres, ni se vuelve la cámara hambrienta en busca desesperadamente de hombre. La mirada femenina, en cierta forma acorde con el feminismo, no va en ese malentendido de guerra de sexos pasteurizada en donde las mujeres subvierten el orden y dominan al pobrecito hombre, sino, al contrario, propone una visión donde las jerarquías se abolen o al menos se buscan abolir en pantalla. Propone, además, la reivindicación de los caracteres femeninos en la pantalla: romper definitivamente con la idea de las mujeres como facilitadoras/objetos del deseo y tomar la cámara para hacer cine de sus experiencias, con sus ojos y su voz.

La mirada femenina
La mujer sin cabeza (2008), de Lucrecia Martel.

Es importante señalar que el hecho de que una película sea fotografiada o dirigida por una mujer no significa que tenga mirada femenina, pues incluso pueden cumplir cabalmente con la mirada masculina. En este sentido, Iris Brey trata de proponer un paradigma más claro que nos ayude a identificar una película con mirada femenina, a la que define como la experiencia del cuerpo femenino en la pantalla. Brey dice que una película debe cubrir estas 6 condiciones[2] para considerarlo parte de la mirada femenina:

Narrativamente:
  • El personaje principal es identificable como mujer.
  • La historia es contada desde el punto de vista de ella (personaje principal).
  • Su historia invita a cuestionar el orden patriarcal.
Formalmente:
  • El filme está construido de forma que le permite al espectador sentir la experiencia femenina.
  • Si los cuerpos son erotizados, debe ser un gesto consciente. (Laura Mulvey dice que la mirada masculina es producto del inconsciente patriarcal).
  • El placer de los espectadores no proviene del impulso escópico (es decir que no proviene de objetivar a una mujer a través de una mirada voyerista).

Pienso, luego de ver varias películas con estas características, que la mirada femenina puede definirse mejor a partir de lo que niega, lo que se rehúsa a mostrar y reproducir. Convertirse en el otro discurso, ni mejor ni peor, sino más diverso en su conceptualización artística; lenguaje que no sigue ninguna fórmula archirreconocible como la de la mujer en el anuncio de cerveza.

¿Podríamos decir, cayendo en un reduccionismo chafa, que esta mirada prioriza las emociones? Sí, digámoslo. Pero también digamos que va más allá de la simpleza de pensar que si los hombres son animales salvajes que sexualizan a las mujeres, éstas se enfocan en expresar sus emociones románticas. La mirada femenina no niega ni elimina el deseo sexual de la cámara femenina ni los personajes. No los esconden ni los suavizan para no verse «vulgares», no caen en prejuicios ni conflictos morales. No les interesa excitarte. No les interesa gustarte ni vender. Ni mucho menos ser amigas todas con todas o cumplir con una agenda. Son experiencia pura y viva, trabajada y conceptualizada por cada uno de los filtros artísticos que tienen en su cabeza de forma diferente al discurso dominante. Un arma para representar las experiencias femeninas que han sido marginalizadas por la cultura patriarcal y heterosexual.

En un mundo culero que mantiene los mismos discursos en pantalla, es refrescante y muy emocionante que cada vez más se oigan nuevas voces, mirar el otro discurso. Con suerte se vuelve un mundo mucho mejor.

Recomendaciones de películas con mirada femenina:
  • Beach rats (2017). Directora: Eliza Hittman, Directora de fotografía: Héléne Louvart
  • Creed (2015). Director: Ryan Coogler, Directora de fotografía: Maryse Alberti
  • Fruitvale station (2013). Director: Ryan Coogler, Directora de fotografía: Rachel Morrison
  • Holy Motors (2012). Director: Leos Carax, Directora de fotografía: Caroline Champetier
  • Pina (2011). Director: Wim Wenders, Directora de fotografía: Héléne Louvart
  • La mujer sin cabeza (2008). Directora: Lucrecia Martel, Directora de fotografía: Bárbara Álvarez
  • La teta asustada (2009). Directora: Claudia Llosa, Directora de fotografía: Natasha Braier
  • The miseducation of Cameron Post (2018). Directora: Desiree Akhavan, Directora de fotografía: Ashley Connor
  • The Neon Demon (2016). Director: Nikolas Winding Refn, Directora de fotografía: Natasha Braier
  • The Wonders (2014). Directora: Alice Rohrwacher, Directora de fotografía: Heléne Louvart
  • Tokyo Sonata (2008). Director: Kiyoshi Kurosawa, Directora de fotografía: Akiko Ashizawa
  • Beau Travail (1999). Directora: Claire Denis, Directora de fotografía: Agnés Godard

 

[1] Laura Mulvey. 1975. Visual Pleasure and Narrative Cinema. publicado en Screen. pp. 14-26
[2] de Iris Brey. 2020. “The Female Gaze: A Revolution on the Screen” en Erika Balsom. In Search of Female Gaze. La traducción es mía.

Escrito por

Alberto Martínez

Estudié Letras pero ahora llevo una vida más sana: veo películas y escribo. Me gusta el Rock, los cigarros y leer.