Un drama LGBT+ con elementos de slasher y giallo italiano que resulta hipnótico e imposible de ignorar.
Hablar de la comunidad LGBT+ y de todas las problemáticas a las que se enfrenta se ha vuelto cada vez más común en el cine, sin embargo, La daga en el corazón del cineasta francés Yann Gonzalez, conocido por su primer largometraje Encuentros después de medianoche, aborda este tema desde una perspectiva totalmente distinta a la que estamos acostumbrados; con un ritmo bastante cansino y una narrativa muy extravagante que por momentos aturde y confunde pero, al mismo tiempo, logra envolver y enloquecer al espectador.
La película en ningún momento se anda con rodeos, desde los primeros diez minutos las dos tramas principales quedan completamente definidas, ambas entretejidas y conectadas de manera misteriosa por el personaje central de la cinta, Anne (Vanessa Paradis), una directora de cine porno gay que se encuentra destrozada luego de su ruptura amorosa con Loïs (Kate Moran) y que está trabajando en su película porno más ambiciosa, artística y experimental de su carrera. Por desgracia, sus actores principales comienzan a ser asesinados brutalmente por un extraño y despiadado hombre enmascarado.
Es cierto, la historia que narra La daga en el corazón puede llegar a ser morbosa y perturbadora, no obstante, el resultado final es sensible, trágico y muy romántico. Esto se debe, principalmente, a la manera tan artística en la que el filme estiliza la violencia y las escenas más pornograficas, todas musicalizadas de manera sublime por Anthony Gonzalez, mejor conocido como M83, hermano del director. Y también, gracias a la forma tan cuidadosa y semi-lenta de desarrollar el amor, la pasión y el deseo enfermizo y casi psicótico que siente la protagonista hacia su amante y hacia sus propias películas.
El aspecto más llamativo y mejor logrado de la cinta es el trabajo de vestuario y la fotografía repleta de colores neón hipnóticos característicos de la estética camp, una corriente artística derivada del kitsch que se puso muy de moda en los años sesentas y setentas dentro de la comunidad gay y que logran recrear a la perfección el ambiente de la década de los setentas en Francia, época en la que se desarrollan los acontecimientos de la película.
Sin duda, es increíble la gran cantidad de influencias y elementos tan diferentes que reúne y mezcla el cineasta Yann Gonzalez a lo largo del filme: Empezando con un típico slasher hollywoodense de los años ochentas, para después dar paso a un giallo italiano con todo el estilo sobrenatural de Dario Argento y finalizando como un thriller psicológico o policiaco. Siempre con el drama romántico como piedra angular y con los problemas de violencia y discriminación que sufre la comunidad LGBT+ de trasfondo.
La buena y apasionante actuación que logró Vanessa Paradis (La chica del puente, 1998) es otro punto bastante fuerte y atractivo; desde el inicio la actriz y músico se echa a los hombros toda la trama de la película y esto provoca que de inmediato quedemos atrapados en su telaraña llena de locura y pasión desenfrenada. De igual manera, es importante destacar la brillante y, por momentos, cómica actuación del mexicano Noé Hernández, quien demuestra una vez más que es un actor versátil y libre de etiquetas.
Aunque al final de la cinta no queda ningún cabo suelto, por momentos Yann Gonzalez pierde ligeramente la brújula y la consistencia del filme. Además, su ritmo cadencioso se convierte en un arma de doble filo, sobre todo en la parte media de la película. Aun así, el director sale bien librado de su experimento y crea de forma sublime un cóctel de géneros cinematográficos que pocos cineastas son capaces de ensamblar y construir con éxito. Es muy probable que en un par de años La daga en el corazón se convierta en una verdadera obra de culto dentro de la comunidad LGBT+ que, sin duda, ya necesitaba esta representación tan misteriosa, fresca y atrevida.