El cine, aparte de fungir como medio de entretenimiento, explora cuestiones relacionadas con la vida misma. La economía, lo político y lo social están ahí, como un espejo que buscar retratar la verdad, o como bien se dice comúnmente: El arte imita a la vida.
Recientemente, el actor británico, Eddie Redmayne, ha sido noticia, pues declaró para el periódico británico-irlandés The Sunday Times, que fue un error interpretar un papel transexual en The Danish Girl. Película del 2015 que fue nominada a cuatro premios de la Academia.
Esta declaración explotó como pólvora, y volvió a abrir una discusión que ya se había tocado con Scarlett Johansson, quien en su momento fue duramente criticada por sumarse a una película en la que interpretaría a un hombre transgénero. ¿La razón? Algunos activistas y miembros de la comunidad LGBTIQ+, indicaron que dicho papel sólo debía ser interpretado por un actor transexual. Ante esto, la actriz estadounidense decidió pedir disculpas y abandonar el proyecto fílmico.
El actor de Fantastic Bists and Where to Find Them (2016), dijo: «No, no lo haría ahora. Hice esa película con las mejores intenciones, pero creo que fue un error. La discusión más grande sobre las frustraciones en torno al casting se debe a que muchas personas no tienen una silla en la mesa; espero que más actores trans puedan interpretar papeles trans en el futuro.»
Con ello, tanto Scarlett Johansson como Eddie Redmayne han desatado indirectamente una serie de preguntas que siguen sin contestarse: ¿Hasta qué punto llega la labor de un actor? ¿Existe violencia sistémica si quien interpreta un rol no pertenece al determinado sector a representar? ¿Cuál es la forma correcta de aperturar espacios para otras personas si se desea apelar a la pluralidad?
Estas interrogantes se seguirán presentado, y eventualmente sabremos las respuestas, pero de momento son tema de discusión indispensable no sólo para el cine, sino para la sociedad contemporánea.