Un texto sobre «¿Qué harás cuando Dios muera?»: El fin de los años maravillosos (hacerlo por el punk)
“Si hubiera algo que pudiera entretenerme, sea una pastilla o una droga o algún tipo de inyección, la tomaría sin pensarlo yo dos veces, un tiro al centro directo a mi cabeza…”

Qué ganas de no tener que ser nada para nadie y mirar todo el día el techo. Y al mismo tiempo qué ganas de tener todo lo que sueñas, pero sin hacer el mínimo esfuerzo. Qué ansias de ser y qué miedo que la única forma de lograrlo sea a través de uno mismo, solo contra el mundo. En el cine mexicano defeño de los últimos tiempos parece que existe la tradición de hacer películas sobre el letargo, la soledad y aburrición de la clase media: encuadres donde no pasa nada (si es en fotografía blanco y negro mejor, goe). Algunas de estas películas quedan mejor que otras, sin duda, aunque estoy seguro de que muy pocas tienen el espíritu de ¿Qué harás cuando Dios Muera?:

Novio y novia viven juntos, cada uno quiere una cosa distinta. Ella quiere una relación seria, él quiere pasar el nivel de su videojuego. Ella hace todo, él nada. Ella tiene aspiraciones, él es hijo consentido que puede darse el lujo de deprimirse. La relación está en la parálisis más dolorosa: cuando el fin es inminente pero el miedo es más grande que el sopor. ¿Qué harás cuando Dios muera? (¿QHCDM?) narra qué pasa cuando ya estamos en edad de vivir por nuestra cuenta y el miedo nos lleva a la parálisis. El argumento de la película es un tópico universal: el vacío visto desde la juventud. Innumerables películas lo han abordado: desde Who’s Knocking at my Door?, de Scorsese, hasta Kids o Temporada de Patos, pero la valía de ¿QHCDM? es tener una personalidad propia, un estilo, incluso una voz para contar lo universal desde lo local.

¿Qué harás cuando Dios muera? es una producción independiente y la ópera prima de Hugo Villaseñor, que a diferencia de los demás participantes del FICUNAM 11, no es egresado de alguna de las dos escuelas de cine más importantes del país. Su actitud es simple: hazlo tú mismo, por el punk y las ganas de hacer cine, ingenio antes que dinero, corazón mata superproducción. En este sentido la película es sencilla: dos actores, hombre y mujer, una ciudad (locaciones en la Guerrero, Buenavista y Santa María La Ribera en el Distrito Federal) y algo qué decir: no sabemos si hay futuro, pero a veces no hay ganas de que haya futuro.

Ximena y Güero son la pareja de esta película. Salvo algunos personajes incidentales (incluida la participación del líder de Belafonte Sensacional cantando) son ellos quienes sostienen la puesta en escena. La película tiene tres movimientos: el inicio, con una cámara al estilo porno, muestra a Ximena y Güero en entrevista antes de tener sexo frente a la cámara por primera vez. «Por el varo», dice él, «para probar otras cosas», dice ella. Mucha luz, rostros joviales e ilusionados. El paraíso idílico, el clímax del flujo constante que es el amor y la cumbre de la intensidad romántica antes de la futura parálisis presentada en el segundo movimiento, con ambos protagonistas en conflicto: los años maravillosos terminaron y ahora ambos aparecen demacrados en pantalla, la fotografía procura colores oscuros y su vida cotidiana está completamente rota gracias a todas las actitudes nefastas de un hombre culero desgraciadamente común y ofensivamente real.

Al tiempo, la película intercala presentaciones de imágenes a manera de flashbacks que explican la descomposición de la relación a modo de conversación entre ellos. Ingenioso recurso por su simpleza para darle un contexto al presente tóxico de la pareja. El conflicto está bien pensado con una seguidilla de escenas en su vida cotidiana pero lamentablemente son ejecutadas con deficiencia, en gran parte por la poca fluidez en los diálogos y actuaciones. Rumbo al final, la película falla en retratar la desesperación y vacío de Ximena volviendo al porno, quedándose en la sugerencia de una consecuencia moral rancia. Por el contrario, es notable la capacidad que tienen los encuadres a Güero para transmitir lo que tiene en su cabeza (mierda): ¿Por qué molestarse en vivir una vida real cuando puedes controlar todas las variables de tu destino en un videojuego?

Un texto sobre «¿Qué harás cuando Dios muera?»: El fin de los años maravillosos (hacerlo por el punk)

¿Qué harás cuando Dios muera? también es un largometraje que está en estrecha relación con la música y la escena punk/rock de la ciudad. Cada una de las canciones elegidas extiende lo que vemos en pantalla a partir de la lírica. Toda la música es original de bandas mexicanas y chilangas: la apertura psicótica, sucia y pornográfica con «Electrosatanismo»; el principio del placer y los celos en «Princesa de medianoche»; y una oda de lo que es vivir en esta ciudad de cagadas: «Puta ciudad». Además de la ya mencionada aparición estelar de Israel Belafonte Ramírez interpretando «Lo hice por el punk» en versión acústica, acaso el tema que resume toda la experiencia fílmica y parafílmica de la película.

Este conjunto es uno de los aciertos del filme, pues retrata el momento específico de una parte de la escena Rock musical alternativa de la ciudad: La clase media que tiene el lujo de deprimirse. Ir al Oxxo, comprar mezcal barato, whisky rancio y terminar en Ecatepec para volver a la Cuauhtémoc y caminar de noche por Eje Central o la Guerrero, entre patinetas, caguamas y guitarras. Juventud sin trabajo, sin esperanzas, dependiendo de alguien. Hombres nefastos, machismo, violadores sin consecuencias en un sistema ya podrido. Jóvenes que terminaron una carrera que quizás nunca quisieron o no tienen dónde ejercerla. Mamás y papás que te dicen que consigas una buena chamba, una bonita novia, hijos, perro, casa, coche y paseo en los domingos. Pero la neta nel. Nada de eso. No hay futuro porque el mundo y el sistema apesta.

Y si hubiera futuro no hay ganas de vivirlo. No hay amor porque el Güero es todo lo malo que una persona puede ser y violenta incansablemente a Ximena, pero ninguno se puede ir porque es lo único que tienen: unos ojos conocidos al final de todo un día de idas y venidas. En este sentido del retrato juvenil ¿Qué harás cuando Dios muera? recuerda a películas mexicanas que cuestionan el presente y el futuro, si es que lo hay. Verla nos puede hacer pensar en Un toke de Roc (Sergio García Michel, 1988) o La neta no hay futuro (Andrea Gentile, 1987), por su ñerez pura y el espíritu de retratar un momento histórico netamente chilango. Y claro, internacionalmente, Kids, de Larry Clark, es homenajeada en ¿QHCDM? en ese giro a documental dentro de la ficción que es la secuencia en los parques skate de la San Rafael.

¿Qué harás cuando Dios muera? no es una película perfecta, por el contrario tiene numerosos fallos que cualquier espectador podrá notar: guion flojo, dirección y actuaciones precarias, por más que ambos personajes, en especial Güero, consiga notablemente ser despreciable, en mayor medida gracias a que evoca perfectamente a sujetos (onvrez) de la realidad. Sin embargo, compensa la actuación y sus múltiples puntos débiles con una atractiva edición, texturas y colores que de pronto recuerdan a los superocheros mexicanos (como el ya mencionado García Michel), una impecable banda sonora y una cámara que transpira calle y asfalto, pues pocas veces se puede decir que una película representa tanto una colonia como esta lo hace con la colonia Guerrero, la Buenavista y la Santa María la Ribera. La obra de Hugo Villaseñor Alcázar demuestra que es posible hacer cine, contra todos y a pesar de todo; fotografía de un olvidado DF que se inserta muy bien en la estela de la escena independiente que ya empieza a encontrar en Belafonte Sensacional a un gran referente.

Un texto sobre «¿Qué harás cuando Dios muera?»: El fin de los años maravillosos (hacerlo por el punk)

Cuando se habla de películas, es errado y perezoso calificar una película a partir de parámetros morales de comportamiento y descalificarla únicamente si las actitudes de uno o varios personajes son reprobables o no. ¿Qué harás cuando Dios muera? es incómoda al mostrar actitudes odiosas y absolutamente reprobables en el personaje masculino y que ni siquiera en la ficción tienen consecuencias, un reflejo fiel de lo que ocurre en la aún más cochina realidad, pues desgraciadamente así están las cosas acá afuera y basta con ver a todos los violadores denunciados que siguen tras un micrófono, una cátedra o un puesto público. En este sentido, la película acierta al retratar conductas y problemas de una relación y un sector particular de los veinteañeros de clase media, sin embargo no logra trascender más allá del retrato, se queda en lo descriptivo y aunque con flashbacks y uno que otro diálogo pretende ir más allá, la película no logra dar ese salto. La crítica resulta, entonces, plana.

La película también presenta diversas carencias en cuando a la técnica, producción y guion, sin embargo es una pieza de cine con estilo propio, cosa no menor si recordamos que se trata del primer largometraje del director. El resultado es una película cruda, incómoda y sencilla sobre personas culeras, con un gran soundtrack y un par de escenas hetero cringe que, seguramente, serán de lo más perturbador y bizarro en la historia reciente del cine nacional.

Es de celebrar la irrupción en los circuitos del cine nacional de discursos y directores que rompan con lo de siempre, los escenarios de siempre y las formas de siempre. ¿Qué harás cuando Dios muera? descontamina un poco de esa «realidad» que pareciera que sólo existe en la Roma, Tlatelolco o Polanco. Demuestra que no sólo el documental mexicano puede aprovechar la calle y diversas colonias, también la ficción puede entrar en esos espacios. A pesar de aciertos y errores, aquí hay una voz y un estilo, así sí puede haber futuro.

 

 

Escrito por

Alberto Martínez

Estudié Letras pero ahora llevo una vida más sana: veo películas y escribo. Me gusta el Rock, los cigarros y leer.