Una película intensa que abandona el molde actual del cine mexicano comercial, hablándonos de la pérdida de la inocencia y la importancia de tomar buenas decisiones.
El título de la película Chicuarotes hace referencia al gentilicio de los pobladores de San Gregorio Atlapulco, uno de los pueblos originarios de la alcaldía Xochimilco en la Ciudad de México. El término, según palabras del guionista del filme, Augusto Mendoza, dichas al portal Verne, viene del nombre de un chile endémico de la zona que es muy resiliente, muy duro y muy picante; así se les denomina en esa región a las personas que se consideran de carácter complicado. Otro posible significado citado por el guionista, indica que viene de la palabra de origen náhuatl Chicuace, que significa seis y que se usaba también para denominar a quienes nacían con más de cinco dedos.
La película dirigida por Gael García Bernal y estrenada el 16 de mayo del 2019, nos cuenta la historia de “El Cagalera” (Benny Emmanuel) y “Moloteco” (Gabriel Carbajal), dos chicos que buscan desesperadamente salir de su pueblo natal y de su situación de pobreza. La travesía inicia cuando un amigo de ellos les habla de la posibilidad de comprar una plaza en el sindicato de electricistas, para lo cual crean distintas formas para juntar el dinero necesario y así poder huir de la precaria condición de su pueblo.
Desde la primera escena, vemos la frustración de los dos protagonistas en su lucha por ganarse el pan del día, sin embargo, el camino para mejorar su vida no es guiado precisamente por la rectitud y lo legal, y pese a su corta edad, ambos tienen que echar mano de cuanta triquiñuela se les ocurra con el fin de llevarse unos pesos a la bolsa y sobrevivir. La necesidad de obtener dinero llevará a nuestros dos jóvenes protagonistas a enfrentar y sobrevivir a uno de los lados más oscuros de la sociedad mexicana. Y en sus hogares, también tienen que lidiar con una familia desmoronada por la violencia y el desamor.
Como podemos observar la cinta retrata la inseguridad, el abuso, la pobreza y la violencia doméstica que enfrentan muchos jóvenes mexicanos que terminan por unirse a la delincuencia organizada o realizar actividades ilícitas para ganar algo de dinero. Aunque el filme nunca examina el por qué este pueblo se encuentra atrapado en la marginación y la pobreza, si presenta las consecuencias que la falta de oportunidades e incentivos para estudiar y trabajar trae consigo. Dando voz y rostro a una de tantas crudas historias que se desarrollan día a día en estas comunidades de México.
Sin duda, es un drama que coloca a la audiencia en situaciones de alta crueldad y violencia, aunque en su desarrollo, el espectador se sentirá identificado con la jerga, los usos y las costumbres mexicanas que le ponen tintes de comedia a la película.
Además de tener una excelente narrativa y mantener un manejo óptimo de la tensión, la cinta cuenta con actuaciones brutales como la de Dolores Heredia y Daniel Giménez Cacho; la primera interpretando a la madre amorosa de “El Cagalera”, que es violentada por su esposo alcohólico y agresivo (Enoc Leaño); el segundo encarnando a “El Chillamil”, un astuto controlador de gente que no se tienta el corazón.
En los últimos años, sólo se ha exhibido dignamente el cine mexicano con temáticas de comedias románticas que muestran el lado bonito de la sociedad. Chicuarotes intenta salir del molde y nos entrega un retrato frívolo de la realidad y de ese México que es difícil mostrar del todo en la pantalla grande. Se trata de un filme para reflexionar y, a pesar de que su guión fue escrito hace más de 16 años, es una radiografía cultural de la idiosincrasia de un sector de la población mexicana bastante real y actual.
Aunque no es perfecta y la fórmula que presenta ya se ha mostrado en otras películas, es el tipo de largometrajes que necesitan más promoción ya que demuestra lo que el cine mexicano puede aportar a la industria.