Noches de salón es más que sólo «el disco acústico o de boleros de Enjambre». Es un material que reinventa el sonido y la identidad de una banda que vivía, desde hace años, horas bajas a nivel creativo, y que, a partir de ahora, con sonidos del pasado, parece estar más vigente y fresca que nunca.
Si bien la música de Enjambre te puede gustar en mayor o en menor medida, no hay ninguna duda de que la banda fundada en Santa Ana, California, y liderada por los talentosos hermanos Navejas —quienes son originarios de Fresnillo, Zacatecas— ha sido una de las más populares e influyentes dentro y fuera de la escena musical mexicana en lo que va del presente siglo.
Su primera aparición estuvo acompañada de su disco debut titulado Consuelo en domingo (2004), un material influenciado por el rock progresivo y la música experimental que en su momento pasó casi desapercibido, no obstante, fungió como punta de lanza para que el grupo, ya con una alineación más establecida, tuviera la posibilidad de publicar posteriormente la tercia de discos con la que pisaron los escenarios más importantes del país: El segundo es felino (2008), Dáltonico (2010) y Enjambre y los huéspedes del orbe (2012).
De estas tres producciones se desprenden canciones como: «Manía cardiaca», «Impacto», «Cobarde», «Visita», «Dulce soledad», «Enemigo», «Cámara de faltas», «Elemento» y «Somos ajenos», temas que además de ser la piedra angular de su discografía, también se han convertido en verdaderos himnos para toda la generación fanática del indie rock mexicano de inicios de los años 2010.
Posterior a su etapa creativa más fructífera, Enjambre publicó Proaño (2014), Imperfecto extraño (2017) y Próximos prójimos (2020), tres materiales más accidentados y menos memorables que los anteriores, en los que se nota el esfuerzo desafortunado de la banda por enriquecer su paleta de sonido con sintetizadores. Sin embargo, realmente muy pocos pudieron conectar de lleno con su nueva propuesta.
Dentro de este panorama relativamente incierto para Enjambre, el vocalista Luis Humberto Navejas entró un día al estudio de grabación con la idea de convertir sus principales éxitos en boleros y sones cubanos, motivado en buena medida por Gamaliel de Santiago —quien posteriormente sería el director de Noches de Salón— luego de haber escuchado juntos un disco del músico cubano Damasio Pérez Prado.
Para ello, todos los miembros del grupo cambiaron sus camisas y pantalones casuales por trajes de etiqueta y zapatos de charol, y eligieron al mítico Salón Los Ángeles, ubicado en la Ciudad de México, como el lugar indicado para desarrollar su nuevo concepto.
«Nosotros sabíamos que en algún punto íbamos a hacer nuestro disco acústico, además la gente también nos lo pedía mucho, pero no encontrábamos el ángulo perfecto para hacer el proyecto. Sin embargo, cuando llegó Luis Humberto con la idea de Noches de salón las piezas encajaron perfecto y decidimos hacerlo». Menciona Rafael Navejas, en entrevista con Jalisco TV.
Noches de salón: La reinvención de una banda
Es cierto, para cualquier banda es una movida arriesgada reversionar sus propios éxitos, sin embargo, para un proyecto que atravesaba horas bajas —al menos a nivel creativo— como Enjambre, la movida resultaba el doble de arriesgada: o perdían el (poco) crédito que les quedaba como banda o lograban de una vez por todas renovar su sonido y conquistar nuevos territorios a los que no habían accedido con los sintetizadores de sus tres producciones anteriores.
El resultado final ya viene explícito en el subtítulo de mi texto, pues Enjambre no sólo logró refrescar su música con sonidos del pasado (sí, eso es posible), sino también consiguió reinventar por completo su identidad. Y es que Noches de salón es más que sólo «el disco de boleros de Enjambre». La propia banda escapa de esa etiqueta, y de la nostalgia que pudiesen generar sus éxitos reversionados, al presentar «El vacío» —una de las dos canciones inéditas de este material— como una de las principales cartas de presentación de Noches de salón.
Además de ser un tema con espíritu propio, «El vacío» tiene una instrumentación perfectamente melancólica, que Luis Humberto Navejas remata con uno de los coros más desgarradores que jamás ha escrito: «Antes mínimo sentía dolor, ya no siento frío ni calor, fuiste lo mejor, yo nunca el mismo, te fuiste y quedó sólo un abismo, desamparo de mi azar sombrío, no tienes remplazo, mi espacio, el vacío».
Los otros sencillos del disco fueron viejos conocidos: «Enemigo», «Elemento» y «Somos ajenos». Tres canciones que prácticamente ya forman parte del imaginario colectivo, y que para Noches de salón fueron desarmadas y reimaginadas en su totalidad con una exactitud y elegancia casi imposible de concebir, a tal grado que a partir de ahora es difícil decidir que versión es más sobresaliente.
Pero si de clásicos de Enjambre hablamos no podían faltar «Cámara de faltas» y «Visita». En sus versiones originales, la primera desprendía una energía abismal, con un sintetizador penetrante y un constante rasgueo de guitarras que por momentos nos rememoraba a la mejor etapa de The Strokes. La segunda, una canción melosa —que nunca fue de mi gusto— pero cuyo coro es exageradamente pegadizo: «Quiero que te vengas a vivir todos los días conmigo».
En Noches de salón, «Cámara de faltas» se desprende de su esencia rockera para dar paso a un cálido bolero, en el que la voz de Luis Humberto Navejas se lleva buena parte de los reflectores, y en la recta final, se transforma —con una naturalidad asombrosa, por cierto— en un riquísimo son cubano imposible de prever. Por su parte, «Visita» mantiene desde el primer instante un ritmo tan guapachoso como adictivo, así como la original, pero ahora impulsado en buena medida por instrumentos de cuerda que ayudan a crear una atmósfera más sutil.
Sorprendentemente, el clímax del álbum viene con la que era la canción más deprimente en la discografía de Enjambre, «De nadie», que para Noches de salón pasó por un impresionante proceso de metamorfosis hasta convertirse en una mezcla irresistible de salsa, bolero y son cubano, con la que es imposible no saltar a la pista de baile y cantar el coro a todo pulmón: «Aunque la luna hoy no compartas, no te ha dejado de iluminar, atrapado en horas nocturnas, sin nadie a quien besar».
Pero en Noches de salón no sólo hubo espacio para los principales éxitos de Enjambre, otros temas menores en su discografía, como «Detéstame», «El ordinario» y «Tulipanes», también destacan en este álbum por su sonido aterciopelado que supera, y por mucho, a sus versiones originales, que son más caóticas y desenfrenadas.
Acercándonos a la recta final del álbum, viene el segundo tema inédito del disco, «Necrópolis», en el que reflexionan sobre la violencia y la delincuencia que tanto aqueja a nuestro país: «Aquí todo el bien y el mal, sólo es relatividad, tú y yo una cifra más, sin poder hablar de más», canta Luis Humberto Navejas en el coro de la canción.
Finalmente, el disco concluye con «El derrumbe», canción que se desprende de su disco Próximos prójimos, que aquí funciona a la perfección como carta de despedida gracias a esas guitarras y arreglos de cuerdas que parecen estar al borde del llanto y que envuelven hasta al más insensible en una atmósfera de soledad y melancolía; tal vez los dos conceptos que la banda más ha abordado en toda su discografía.
No sabemos el camino que Enjambre siga a partir de ahora, quizá «El vacío» y «Necrópolis» nos dan alguna pista de lo que será el sonido de la banda en un futuro, pero en realidad eso no importa demasiado, ahora los hermanos Navejas tienen todo el crédito para seguir explorando la riqueza del universo que ya han creado, pues no exagero al decir que Noches de salón tiene el potencial —por la propia popularidad del grupo— para ser un clásico instantáneo, así como lo fue el Moctezuma (2015) de Porter en el rock alternativo, el Norte (2013) de Little Jesus en el indie pop o el De Facto (2019) de Lorelle Meets The Obsolete en la escena independiente.
A estas alturas ya es demasiado evidente decir que Noches de salón es el álbum más brillante y sobresaliente de Enjambre en sus más de 20 años de trayectoria, pero aun así lo señalo, justo al final del texto, para que no queden dudas.